Poema "Arbol y Hombre" (pag. 16)
Las hojas de un árbol se mecen.
En dulce soplido, se cobijan.
Querer se dejan, se regocijan,
Mayores hechos no las remecen.
¿Pero qué de las humanas vidas?
Penosas criaturas somos, que
Tras las más intensas sacudidas
Solaz aguardamos con toda fe.
Tal aéreo, airoso celo
Remoza su aspecto, lo mejora,
Dejando sucumbir las que ahora
Son hojas secándose en el suelo.
¿Pero qué del animal humano?
El correr de angustias y de horas,
Con cruel e inexorable mano,
Lo marchita, seca y aminora.
Y, como jugando, un aliento
Leve hace vibrar el follaje,
Que musical a los ojos se hace,
Sinfonía de luces al viento.
¿Pero qué es de mí? ¿Y qué de ti?
¡Juegan con nos en conspiración,
Anhelos y destino sin fin,
Y es triste, dolorosa canción!
Poema "Nublado" (pag. 36)
Días nublados como este
Llenan de gozo a mi ánimo,
Siento el arrobo salírseme
Bajo el firmamento pálido.
¿No es como estar encerrados
Dentro de nívea perla?
Y no obstante hay quien dice
Que días así dan pena.
¿Pero cómo puede ser
Cuando es la Naturaleza
La que arbitra, uniforma
Y armonía da al sistema?
No seré yo el que presuma
Que los ciclos naturales
Se asocien de ingenua forma
A tan simples veleidades.
¿Por qué siendo tan pequeños,
Unas simples criaturitas,
Tanto cuesta disfrutar
De los dones de la vida?
Veo al cielo mudar tono
Y a la gente lamentarse
Y eso que sin lluvia no
Podría uno sustentarse.
Días nublados como este
Llenan de gozo a mi ser.
Siento la dicha salírseme,
Toda hiel retroceder.
Y yo miro a unas gaviotas,
En el día más nublado,
Remontarse en alto vuelo
Con alegría y entusiasmo.
Poema "Noche sobre Arcadia - un relato poético" (extracto - pag. 48)
En cierta época que quedaría
Para bella tierra en nuestra memoria
En los tristes anales de su historia,
En cierto año, en contado día.
Llegó solicitando alojamiento
Un ermitaño modesto y antiguo,
De patria y paradero ambiguos
Y muy reservado temperamento.
Se le veía transitar la calle
Caminando lento y cauteloso;
A un báculo mustio y poroso
Respaldado su malhecho talle.
Oscura y pobre era la túnica
Que lo cubría empero la hechura,
Pero su barba de gran espesura
La compensaba de manera única.
Despellejado estaba su cuello
Por el frío y calor castigado.
Llevaba sandalias como calzado,
Y en su cabeza ni un cabello.
Su rostro bien no era el mejor,
Con certeza mostraba al viandante
Cierta tregua serena y radiante
Del todo vigente en su interior.
¡Visión extraña! Sin duda se espera
De tierra hermosa y tan juvenil,
Del esplendor y jaez infantil
De la Arcadia, de candor hecha entera.
Porque siempre allí creyeron sinceros
Que toda gran alegría del ser
A niños aneja habría de ser
Estando todo en su albor primero.
Por cierta gente se hallaba habitada
Que muy sencilla era y pequeña;
Ni pabellón poseían ni enseña,
Y era en todo sentido igualada.
Seres curiosos, cual ellos lo fueron,
Aún cuando atentos y hospitalarios,
El viejo un día halló de estos varios
Que varias preguntas hacerle quisieron.
Maravillado el viejo de ver
Su bella clausura interrumpida,
Aunque no molesto por la estampida,
Se ofuscó, si se puede creer,
Viendo a los críos en su deseo
Tan graciosamente pelearse,
Y a su túnica vieja agarrarse,
Por ver respuesta a su curioseo.
"Por favor", dijo así, "Por favor,
No os atropelléis tanto en hablarme.
Mi oído niega su ayuda prestarme
Y mi boca no es de gran labor."
"Consulten sólo lo que les conviene,
Lo mejor y esencial avanzando,
Y lo ambiguo y superfluo olvidando,
Es lo que a mi carácter se aviene."
Entonces a él uno se aproxima
Que por su patria le pide fe.
Y así le responde: "Ya la olvidé.
El mundo es ahora mi provincia."
Esa fue la sencilla respuesta
Y mucho la audiencia se sorprendió
Al ver la apariencia de quien habló
Tan sencilla, amable y honesta.
Entonces el viejo con simpatía
Les dijo: "si he su curiosidad
Colmado, büenos sed y dejad
Que continúe con mi travesía."
Mas los seres recobraron el hilo
Y su infantil natural retomaron,
El que nunca, de hecho, extraviaron:
El carácter nunca mella su filo.
Pero ansiaba proseguir el vetusto,
O, por lo menos, tal ellos veían,
Sus pasos por la interrumpida vía,
El continuar el camino a su gusto.
Mas los buenos pequeños se apiñaban
En rededor, y siendo tan hermosos
No dio muestras de ponerse furioso,
Mientras ellos su vía obturaban.
El anciano entonces los observó
Con talle impasible y reposado.
Y al momento, el resto callado,
El viejo otra cuestión escuchó.
"Y el mundo, ¿qué es lo que es?".
Y el viejo con esto siguió hablando,
A los montes con su vara indicando,
A los bosques y ríos: “Lo que ves
"Fuera de esta tierra y del valle,
Y cruzando las cimas que sustentan
Al cielo, es el Mundo, que se muestra
Con todo su esplendor, magia y talle."
"Y con todas sus luchas y deslumbres,
Que allí se suceden día tras día."
Y mientras así el viejo decía
Su faz teñíase de pesadumbre.
"De cuatro secciones, son tres los mares,
Que casi se extienden al mundo entero,
Y vida en sí no tienen, empero
La furia que intuyo en sus bramares."
"Agitado, en vaivén continuo
Se mueve el oleaje furibundo,
Mas he aquí que en el resto del mundo
No asumen las cosas distinto sino."
"Cada planta, bruto y hombre nacido,
En cuanto vivo labora sin paz,
Y cuando muerto no menos tenaz
En fango transmútase su tejido."
"Día a día devorados por penas,
Por miedos, pasiones y sufrimientos.
¡Y que no se diga que su talento
Al hombre guarde de tales escenas!"
Y confundido el grupo atendía
A este tan singular escenario,
El que retrataba el centenario
Con tal transparencia y poesía.
Pero calló y rió en mutismo,
Y negando el hendido semblante,
Les dijo: "Mas, ¿de qué sirve contarles,
Mis amigos? ¡Vedlo vosotros mismos!"
(...)
Las hojas de un árbol se mecen.
En dulce soplido, se cobijan.
Querer se dejan, se regocijan,
Mayores hechos no las remecen.
¿Pero qué de las humanas vidas?
Penosas criaturas somos, que
Tras las más intensas sacudidas
Solaz aguardamos con toda fe.
Tal aéreo, airoso celo
Remoza su aspecto, lo mejora,
Dejando sucumbir las que ahora
Son hojas secándose en el suelo.
¿Pero qué del animal humano?
El correr de angustias y de horas,
Con cruel e inexorable mano,
Lo marchita, seca y aminora.
Y, como jugando, un aliento
Leve hace vibrar el follaje,
Que musical a los ojos se hace,
Sinfonía de luces al viento.
¿Pero qué es de mí? ¿Y qué de ti?
¡Juegan con nos en conspiración,
Anhelos y destino sin fin,
Y es triste, dolorosa canción!
Poema "Nublado" (pag. 36)
Días nublados como este
Llenan de gozo a mi ánimo,
Siento el arrobo salírseme
Bajo el firmamento pálido.
¿No es como estar encerrados
Dentro de nívea perla?
Y no obstante hay quien dice
Que días así dan pena.
¿Pero cómo puede ser
Cuando es la Naturaleza
La que arbitra, uniforma
Y armonía da al sistema?
No seré yo el que presuma
Que los ciclos naturales
Se asocien de ingenua forma
A tan simples veleidades.
¿Por qué siendo tan pequeños,
Unas simples criaturitas,
Tanto cuesta disfrutar
De los dones de la vida?
Veo al cielo mudar tono
Y a la gente lamentarse
Y eso que sin lluvia no
Podría uno sustentarse.
Días nublados como este
Llenan de gozo a mi ser.
Siento la dicha salírseme,
Toda hiel retroceder.
Y yo miro a unas gaviotas,
En el día más nublado,
Remontarse en alto vuelo
Con alegría y entusiasmo.
Poema "Noche sobre Arcadia - un relato poético" (extracto - pag. 48)
En cierta época que quedaría
Para bella tierra en nuestra memoria
En los tristes anales de su historia,
En cierto año, en contado día.
Llegó solicitando alojamiento
Un ermitaño modesto y antiguo,
De patria y paradero ambiguos
Y muy reservado temperamento.
Se le veía transitar la calle
Caminando lento y cauteloso;
A un báculo mustio y poroso
Respaldado su malhecho talle.
Oscura y pobre era la túnica
Que lo cubría empero la hechura,
Pero su barba de gran espesura
La compensaba de manera única.
Despellejado estaba su cuello
Por el frío y calor castigado.
Llevaba sandalias como calzado,
Y en su cabeza ni un cabello.
Su rostro bien no era el mejor,
Con certeza mostraba al viandante
Cierta tregua serena y radiante
Del todo vigente en su interior.
¡Visión extraña! Sin duda se espera
De tierra hermosa y tan juvenil,
Del esplendor y jaez infantil
De la Arcadia, de candor hecha entera.
Porque siempre allí creyeron sinceros
Que toda gran alegría del ser
A niños aneja habría de ser
Estando todo en su albor primero.
Por cierta gente se hallaba habitada
Que muy sencilla era y pequeña;
Ni pabellón poseían ni enseña,
Y era en todo sentido igualada.
Seres curiosos, cual ellos lo fueron,
Aún cuando atentos y hospitalarios,
El viejo un día halló de estos varios
Que varias preguntas hacerle quisieron.
Maravillado el viejo de ver
Su bella clausura interrumpida,
Aunque no molesto por la estampida,
Se ofuscó, si se puede creer,
Viendo a los críos en su deseo
Tan graciosamente pelearse,
Y a su túnica vieja agarrarse,
Por ver respuesta a su curioseo.
"Por favor", dijo así, "Por favor,
No os atropelléis tanto en hablarme.
Mi oído niega su ayuda prestarme
Y mi boca no es de gran labor."
"Consulten sólo lo que les conviene,
Lo mejor y esencial avanzando,
Y lo ambiguo y superfluo olvidando,
Es lo que a mi carácter se aviene."
Entonces a él uno se aproxima
Que por su patria le pide fe.
Y así le responde: "Ya la olvidé.
El mundo es ahora mi provincia."
Esa fue la sencilla respuesta
Y mucho la audiencia se sorprendió
Al ver la apariencia de quien habló
Tan sencilla, amable y honesta.
Entonces el viejo con simpatía
Les dijo: "si he su curiosidad
Colmado, büenos sed y dejad
Que continúe con mi travesía."
Mas los seres recobraron el hilo
Y su infantil natural retomaron,
El que nunca, de hecho, extraviaron:
El carácter nunca mella su filo.
Pero ansiaba proseguir el vetusto,
O, por lo menos, tal ellos veían,
Sus pasos por la interrumpida vía,
El continuar el camino a su gusto.
Mas los buenos pequeños se apiñaban
En rededor, y siendo tan hermosos
No dio muestras de ponerse furioso,
Mientras ellos su vía obturaban.
El anciano entonces los observó
Con talle impasible y reposado.
Y al momento, el resto callado,
El viejo otra cuestión escuchó.
"Y el mundo, ¿qué es lo que es?".
Y el viejo con esto siguió hablando,
A los montes con su vara indicando,
A los bosques y ríos: “Lo que ves
"Fuera de esta tierra y del valle,
Y cruzando las cimas que sustentan
Al cielo, es el Mundo, que se muestra
Con todo su esplendor, magia y talle."
"Y con todas sus luchas y deslumbres,
Que allí se suceden día tras día."
Y mientras así el viejo decía
Su faz teñíase de pesadumbre.
"De cuatro secciones, son tres los mares,
Que casi se extienden al mundo entero,
Y vida en sí no tienen, empero
La furia que intuyo en sus bramares."
"Agitado, en vaivén continuo
Se mueve el oleaje furibundo,
Mas he aquí que en el resto del mundo
No asumen las cosas distinto sino."
"Cada planta, bruto y hombre nacido,
En cuanto vivo labora sin paz,
Y cuando muerto no menos tenaz
En fango transmútase su tejido."
"Día a día devorados por penas,
Por miedos, pasiones y sufrimientos.
¡Y que no se diga que su talento
Al hombre guarde de tales escenas!"
Y confundido el grupo atendía
A este tan singular escenario,
El que retrataba el centenario
Con tal transparencia y poesía.
Pero calló y rió en mutismo,
Y negando el hendido semblante,
Les dijo: "Mas, ¿de qué sirve contarles,
Mis amigos? ¡Vedlo vosotros mismos!"
(...)